jueves, 31 de octubre de 2013

La oración de intercesión es la forma más alta de solidaridad, dice el Papa Francisco

En años de cierta turbulencia en la vida de la Iglesia, algunas comunidades femeninas de vida contemplativa sufrieron de un modo especial. Las inquietaban voces que trataban de convercerlas de que su vida era inútil, que pertenecía a un pasado histórico. Eso de pasar sus vidas entregadas a una oración constante no tenía sentido en un mundo aquejado de graves injusticias sociales. Tenían que cambiar sus fines institucionales y dedicarse a una vida activa, de presencia entre los más necesitados.


Las pobre monjitas que no hacían más que rezar por la Iglesia, por los sacerdotes y por mil encargos que les hacían desde el torno sufrieron la  incomprensión e, incluso en algunos casos, cierto acoso pastoral para que cambiaran de vida. Gran consuelo habrán encontrado ahora cuando las comprende tan bien el Papa Francisco, como las comprendieron y estimaron Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI. En estos últimos años se han producido pronunciamientos definitivos por parte del Magisterio pontificio sobre la vida contemplativa y su importancia en la vida de Iglesia. Bastaría releer con calma la Exhortación Apostólica  Vita Consecrata de Juan Pablo II.
El Santo Padre ha resumido en una frase feliz un punto clave en la percepción y en la vivencia de la Comunión de los Santos: “nos unimos como Iglesia, que encuentra en la oración de intercesión la forma más alta de solidaridad”. Ésta es una carga de profundidad para planteamientos que a todos nos asaltan con frecuencia: menos rezar y más acción. Por supuesto que hay que afrontar con la acción muchos problemas, pero, ¿por dónde empezar? El Papa lo ha dicho claro: la oración de intercesión es la forma más alta de solidaridad.
El mismo Papa Francisco nos da ejemplo, porque no pierde ocasión para repetir: “Rezad por mí”.
J.S

sábado, 26 de octubre de 2013

El Papa, ¿es infalible en todo?

De acuerdo, el Papa es falible en lo que no es de fe, como pueden ser prioridades pastorales, preferencias litúrgicas, modos de comunicar, etc. Ahora mismo hay gran cantidad de material escrito que intenta inculcar en los fieles esa evidencia, como si se tratara de una campaña pedagógica o catequética encaminada a corregir un exceso histórico de credulidad, de fideísmo, de culto a la persona del Sucesor de Pedro, de algo que Juan Pablo II llamaba “el monofisismo eclesiológico”.

Puedo decir: de acuerdo. Pero añado que los que critican al Papa desde la Iglesia, son mucho más falibles que el Papa  y, por supuesto, menos de fiar.

El “ministerio petrino” lleva aparejada una asistencia especial del Espíritu Santo, una particular protección de la Virgen Santísima, Mater Ecclesiae y la oración de todo el Pueblo de Dios. Cualquier otra persona en la Iglesia, que no sea el Papa, carece de esos poderes espirituales.

J.S.

sábado, 19 de octubre de 2013

Oir con sencillez al Papa Francisco

Pidamos al Señor la gracia, primero: de no dejar de orar, para no perder la fe: permanecer humildes, son palabras del Papa Francisco dichas hace unos días en Santa Marta. La oración, cuando es verdadera, nos mantiene en comunión con Dios y en ese espacio interior, en esos ratos de recogimiento, el Espíritu Santo guía, sugiere, enseña, mueve, casi sin notarlo. Esa presencia de Dios en muy especial cuando oramos ante un Sagrario, pero en cualquier lugar podemos encontrar a Dios en la intimidad del alma.

Una pregunta razonable es la siguiente: ¿Cómo estar seguro de que no nos engaña la fantasía, de que no nos hace perder el tiempo una sensiblería sin contenido, de que realmente hablamos con el Señor?  La respuesta es sencilla. Si el Jesús que buscamos es el Jesús del Evangelio (los Evangelios son el mejor libro para orar), si nuestra oración discurre por los cauces de la fe confesada en el  Credo, si somos dóciles a las enseñanzas del Papa y demás pastores de la Iglesia, si estamos en comunión con toda la Iglesia orante e invocamos la intercesión de la Virgen Santísima, y de los Ángeles y Santos, entonces, el cauce de la oración es seguro.

Pienso en una muchedumbre de padres y madres de familia, de ancianos y jóvenes, de personas que trabajan o buscan trabajo, de están ocupados por las mil tareas de la vida ordinaria…y me pregunto: ¿Necesitan leer nuevos ensayos teológicos para ser buenos cristianos, para encontrar a Jesús en sus vidas? ¿Necesitan ser expertos “vaticanólogos” para amar al Papa y a nuestra Madre la Iglesia? ¿Necesitan estar al día de las lecturas y relecturas que hacen no pocos medios intentando encasillar la vida de la Iglesia en ideologías humanas o en un continuo “juego de tronos”? ¿Es necesario ese dispendio de tiempo para buscar la santidad y amar al prójimo?

Me parece que no. Que todo es más simple.

Nos basta oír al Papa con la sencillez con que él nos habla.

J.S.

El Papa a la Comisión de Inglés en la Liturgia: "Ayudan a fomentar la un...

El Papa Francisco invita a no tener miedo a los últimos momentos

viernes, 18 de octubre de 2013

De nuevo el Papa Francisco y las "ideologías"

A veces, cuando el Papa habla, recuerda mucho a los pasajes del Evangelio en los que Jesús lanza invectivas contra los fariseos. El Señor usaba una pedagogía fuerte y sumamente peligrosa, que de hecho le acarreó la muerte. Jesús tenía también amigos fariseos, pero era necesario liberar al verdadero Israel del encorsetamiento farisaico, que ahogaba la comunicación real con Dios e impedía entender y recibir al Enviado.

El Obispo de Roma, con frecuencia, traslada aquella situación al presente. En el vocabulario del Papa Francisco la palabra “ideología” (tratada ya en este blog: ver aquí y aquí) sería todo intento de reducir el insondable Misterio Vivo de Cristo a un sistema de pensamiento humano, a un constructo mental, a un código de conducta detallista. Así se puede deducir de sus palabras en Santa Marta el pasado 17 de octubre: “La fe pasa, por así decirlo, por un alambique y se convierte en ideología. Y la ideología no convoca. En las ideologías no está Jesús: su ternura, su amor, su docilidad. Y las ideologías son rígidas, siempre. Ideologías de todo tipo: rígidas. Y cuando un cristiano se convierte en discípulo de la ideología, ha perdido la fe: no es más un discípulo de Jesús, es un discípulo de esta actitud de pensamiento, de esto... Y por esto Jesús les dice: 'Ustedes se han llevado la llave de la ciencia’. El conocimiento de Jesús es transformado en un conocimiento ideológico e incluso moralista, porque estos cerraban la puerta con tantas prescripciones”.

Pero esta consideración no es nueva; pertenece al depósito de la sabiduría cristiana. Un principio común a todas las escuelas de la teología cristiana es que de Dios solo podemos hablar de modo analógico usando el lenguaje de las criaturas cuando hablan de las criaturas; es más, que cuando usamos una misma palabra para hablar de Dios y de las criaturas (Dios es bueno, sabio, Padre, etc.) la desemejanza es mayor que la semejanza. Y Santo Tomás de Aquino dice claramente que “el acto del que cree no tiene por término la proposición, sino la realidad significada" (1).

El puente que nos une a Dios es la oración. Por eso la fe que no ora está muerta. El cristiano que no busca “el cara a cara con Jesús”, o lo rehuye,  está en camino de ser cristiano sólo de nombre o de carnet. La llave que abre la puerta a la fe - anotó el Papa- es la oración.


Dice un proverbio oriental que “cuando el sabio señala con el dedo las estrellas, el necio sólo se fija en el dedo del sabio” Me gusta considerar que el Papa Francisco es el sabio que nos señala la estrella, que es Cristo. 

Y tú y yo, ¿qué somos?

J. S.

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(1) actus autem credentis non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem (STh I-II q. 1 a. 2 ad 2)

jueves, 17 de octubre de 2013

¿Proselitismo o apostolado? Vocabulario del Papa Francisco

Quizá la última entrada que publiqué en este blog, El proselitismo en la predicación del Papa Francisco, pudo sorprender a alguno. Dije que el Obispo de Roma reserva a la palabra proselitismo la acepción negativa que predomina en casi todos los ambientes mediáticos; por eso evita emplearla o la rechaza. Pero la substancia permanente está clara. Todos los católicos estamos emplazados por el mismo a Cristo a propagar el Evangelio por todo el mundo, a evangelizar cada nueva generación.

El Papa Francisco desarrolló en su Audiencia general del 17 de octubre la apostolicidad de la Iglesia; una de sus cuatro notas: Una, Santa, Católica y Apostólica, que confesamos en el Credo.

La tercera parte de su intervención la dedicó el Papa  a la misión apostólica de la Iglesia y de cada uno de sus fieles: la Iglesia es apostólica porque es enviada a llevar el Evangelio a todo el mundo. Continúa en el camino de la historia la misma misión que Jesús confió a los apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto les he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt. 28,19-20). ¡Esto es lo que Jesús nos dijo que hiciéramos! Insisto en este aspecto de la actividad misionera, porque Cristo invita a todos a "ir" al encuentro de los demás, nos envía, nos pide movernos para llevar la alegría del Evangelio!

Por tanto, nada de inhibirse, de frenar el ímpetu noble del apostolado; sería caer en la “globalización de la indiferencia”, enfermedad de nuestra sociedad, como señaló el Papa en varias ocasiones.

Preguntas para un examen de conciencia: Una vez más debemos preguntarnos: ¿somos misioneros con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestra vida cristiana, a través de nuestro testimonio? ¿O somos cristianos encerrados en nuestro corazón y en nuestras iglesias, cristianos de sacristía? ¿Cristianos solo de palabras, pero que viven como paganos? Debemos hacernos estas preguntas, que no son un reproche. Yo también, me lo digo a mí mismo: ¿cómo soy cristiano, realmente con el testimonio?

J. S.


martes, 15 de octubre de 2013

La mujer en la predicación del Papa Francisco

Juan Pablo II abrió un gran horizonte a la teología y al Magisterio posterior con su  Carta Apostólica Mulieris dignitatem. Muchos la consideran la Carta magna de la mujer en la Iglesia y en la sociedad. Al declarar el santo Papa polaco en esa Carta que la proclamación de la dignidad de la mujer  pertenece a la integridad del mensaje evangélico sentó las bases para una mayor comprensión de nuestras hermanas.  Con motivo del XXV aniversario de la promulgación de ese acontecimiento, el Papa Francisco recordó una intuición básica de su Predecesor: Dios ha confiado a la mujer nada menos que  la custodia del ser humano; no la custodia de los varones, sino la custodia de la condición humana, la humanidad, tanto en los hombres como en las mujeres.

Esa tarea para la que está especialmente dotada no se reduce a la simple capacidad fisiológica de transmitir la vida; es mucho más y en todos los órdenes de la vida. En palabras del Papa Francisco,  esto no es solo un simple hecho biológico, sino que comporta una gran cantidad de implicaciones tanto para la propia mujer, por su forma de ser, como en su relación respecto a la vida humana y la vida en general. Llamando a la mujer a la maternidad, Dios le ha confiado de manera muy especial el ser humano".

Juan Pablo II llamaba a esa condición “el genio femenino”.

Reducir el papel de la mujer a la sola función social de la maternidad, en su sentido meramente fisiológico, cerrándole otras posibilidades, es vulnerar su vocación más profunda y amplia, porque tal reduccionismo aparta a la mujer con todo su potencial, no la valoriza plenamente en la construcción de la comunidad. Ya sea en ámbito civil, como eclesial.

Todos salimos perdiendo, hombres y mujeres; algo nos falta.

Pero también señaló el Papa Francisco: como reacción a esto, hay otro peligro, en la dirección opuesta: el de promover un tipo de liberación que, para ocupar el espacio sustraído al varón, abandona lo femenino que tiene valiosas características. Y aquí me gustaría hacer hincapié en que la mujer tiene una especial sensibilidad por las "cosas de Dios", en especial para ayudarnos a comprender la misericordia, la ternura y el amor que Dios tiene para nosotros".

Todos saldremos ganando, hombres y mujeres.


J. S.

domingo, 13 de octubre de 2013

Nuestra confianza es la confianza del Papa Francisco en la Virgen María

Cuando el Papa se dirige filialmente a la Virgen Santísima y confía a su protección maternal  la humanidad entera, todos nos sentimos más seguros.

El Santo Padre concentra en su plegaria la plegaria de toda la Iglesia y con su consagración del mundo a la Virgen de Fátima cumple, una vez más el encargo que Jesús mismo hizo en la persona de Juan a toda la Iglesia: ahí tienes a tu Madre.  La Iglesia obedece a Jesús cuando trata a la Madre de Jesús como Madre propia. No sería fiel a Cristo una Iglesia que no fuera mariana. Cuando buscamos en María el refugio materno estamos cumplimos una manda que el Señor mismo nos hizo desde la Cruz.

La profundidad mariana del Papa Francisco (al igual que los últimos Papas) es  una garantía de acierto futuro.

Invito a todos mis lectores a hacer propia la plegaria del Papa:

Bienaventurada María, Virgen de Fátima,
con renovada gratitud por tu presencia materna
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.

Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse
con misericordia sobre la humanidad afligida por el mal
y herida por el pecado, para sanarla y salvarla.
Acoge con benevolencia de madre
el acto por el nos ponemos hoy bajo tu protección
con confianza, ante esta tú imagen
tan querida por todos nosotros.

Estamos seguros que cada uno de nosotros es precioso a tus ojos
y que nada te es ajeno de todo lo que habita en nuestros corazones.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y recibimos la caricia consoladora de tu sonrisa.

Proteje nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza cada deseo de bien; reaviva y alimenta la fe;
sostén e ilumina la esperanza; suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros en el camino de la santidad.

Enséñanos tu mismo amor de predilección hacia los pequeños y los pobres,
hacia los excluidos y los que sufren, por los pecadores
y por los que tienen el corazón perdido: 
reúne a todos bajo tu protección y a todos entrégales
a tu Hijo dilecto, el Señor Nuestro, Jesús.

Amén. 

(versión en español publicada en Religión libertad

J. S.

sábado, 12 de octubre de 2013

El uso de la palabra "proselitismo" en la predicación del Papa Francisco.

Somos objeto de un proselitismo ideológico, político y comercial constante. Se nos
pretende “comer el coco” de mil maneras, unas  descaradas, otras más sutiles. Los políticos están en campaña electoral permanente; aunque opinen sobre fútbol siempre están colocando su “mensaje”. Pero no sólo los políticos, sino todo el mundo que tenga acceso a un medio de comunicación trae consigo muchas formas de propaganda. Un famoso del deporte te puede hablar durante unos minutos sobre cualquier incidencia deportiva y, al mismo tiempo, te está invitando a que deposites tu dinero en determinado banco, a que te compres zapatillas de determinada marca, a que uses ese reloj fantástico que está en su muñeca, a que bebas el refresco que sorbe con placer, a que te cambies a esas gafas de sol con etiqueta bien visible.

Junto con todo ese mundo de marketing agobiante, también somos objeto de un proselitismo ideológico casi compulsivo sobre el uso del lenguaje, sobre actitudes ante la vida, Si piensas esto, sin dices esto otro, eres tal cosa o tal otra. No pienses que, no digas que, porque entonces diremos de ti tal (¡perdón por estas licencias de lenguaje!).  Y encima, si intentas hablar de Jesucristo como verdad de Dios y verdad del hombre, una voz suprema que recubre todo un mundo de comunicación artificial, te gritará con tono de acusación grave: ¡eso es proselitismo!

¿Vale la pena el esfuerzo por reivindicar la legitimidad del uso correcto de la palabra proselitismo en nuestro vocabulario cristiano? ¿No la han pervertido ya otros  proselitistas contumaces?  El propio Papa Francisco ha renunciado al uso de la palabra proselitismo cuando dijo en Santa Marta: La Iglesia –nos decía Benedicto XVI– no crece por proselitismo, crece por atracción, por testimonio. Y cuando la gente, los pueblos ven este testimonio de humildad, de mansedumbre, sienten la necesidad que dice el Profeta Zacarías: “¡Queremos ir con vosotros La gente siente esa necesidad ante el testimonio de la caridad, de esta caridad humilde, sin prepotencia, no suficiente, humilde, que adora y sirve.

Aunque la palabra prosélito está  en la Sagrada Escritura, podemos decir lo mismo de siempre usando palabras mucho más abundantes en los Evangelios y en las Cartas Apostólicas: evangelizar, dar a conocer a Cristo, invitar a la conversión, exhortar, proponer el Evangelio, etc., con la coherencia de nuestras vidas, con la palabra sincera, sencilla, clara, con el afecto que arrastra.

Esto es justo lo que está haciendo el Papa Francisco a gran escala.

J.S.



viernes, 11 de octubre de 2013

El crudo realismo en la predicación del Papa Francisco

La intención de este blog está dicha en su mismo título Seguir al Papa Francisco. Lo que pretendo es atender a sus palabras y a los gestos que escenifican o rubrican su mensaje,  con la confianza de quien oye al Obispo  de Roma, Padre común de los cristianos, guía espiritual para pastores y fieles de la Iglesia Universal. No encontraréis en este blog espacio para otro tipo de consideraciones que abundan en otros medios; me refiero a noticias y comentarios sobre nombramientos de Curia, juicios sobre supuestas segundas o terceras intenciones en decisiones papales, correlación de fuerzas entre tendencias en el seno de la Iglesia, comparaciones entre este pontificado y lo anteriores, etc. No me interesa ese mundo de conjeturas. Me basta la predicación sólida y tradicional del Santo Padre, su constante exhortación a una vida verdaderamente cristiana, su crudo realismo ascético y espiritual.

Hoy el Santo Padre, en su homilía de Santa Marta, ha vuelto a alertarnos ante la actividad del demonio, que no es el nombre simbólico de la difusa presencia del Mal en el mundo, sino una criatura desgraciada que intenta en vano oponerse a la victoria de Cristo. Una de sus tareas preferidas es suscitar la división, la mentira, la cultura de la muerte.

Éstas han sido palabras del Papa: “Vigilancia, porque la estrategia del demonio es ésta: ‘Te has convertido en cristiano, va adelante en la fe, te dejo, te dejo tranquilo. Pero luego, cuando te has acostumbrado, y no vigilas tanto, y te sientes seguro, yo regreso’. El Evangelio de hoy comienza con el demonio expulsado y el demonio ¡que regresa! San Pedro lo decía: ‘Es como un león feroz, que da vueltas a nuestro alrededor’. Es así. ‘Pero, Padre, ¡usted es un poco anticuado! Nos asusta con estas cosas’... ". No, ¡yo no! ¡Es el Evangelio! Y no son mentiras: ¡es la Palabra del Señor! Pidamos al Señor la gracia de tomar en serio estas cosas. Él ha venido a luchar por nuestra salvación. ¡Él ha vencido al demonio! Por favor, ¡no negociemos con el demonio! Él trata de volver a la casa, de tomar posesión de nosotros... No relativizar, ¡vigilar! ¡Y siempre con Jesús!”.

A esto me refería al principio al hablar del crudo realismo en la predicación el Papa Francisco.


J.S.

jueves, 10 de octubre de 2013

La marejadilla del Papa Francisco

Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. Hay que curar heridas. Hay que comenzar por lo más elemental.  El Papa Francisco ha resumido en pocas palabras y con una imagen muy gráfica la situación actual de millones de católicos. Todo parecía tranquilo y en orden  pero han bastado unos meses de “agitar el cocotero” para quede al descubierto mucha falta de formación religiosa. El eco que las palabras y gestos del Obispo de Roma tiene en los medios produce un efecto semejante al de un movimiento sísmico. Realmente el Papa es un poco “agitador” en el mejor sentido de la palabra;  es decir, que no pasa inadvertido, que desestabiliza un falso equilibrio hecho a base de fideísmo, indiferencia, secularismo. Por ese camino aparentemente tranquilo acabaríamos en la apostasía silenciosa, aunque muchas formas y estructuras externas se mantengan en pie malamente. Pienso que es buena la sacudida a las conciencias dormidas, el meneo con el que los profetas recordaban al Pueblo de Dios su Alianza con Dios.

Hay que comenzar por lo más elemental. Si algo queda en evidencia después de meses de marejadilla mediática en torno al Papa Francisco es la gran ignorancia religiosa que cubre la faz de la tierra. Si algo queda patente la ir el murmullo de perplejidades, de sorpresas, de inquietudes o de protestas de muchos fieles, si algo queda en claro, es la necesidad de dedicar más tiempo a la propia formación cristiana para entender y para seguir al Papa Francisco. Y, por supuesto, ese tiempo hay que sacarlo a base de recortar el tiempo que nos roba la TV, Internet, el móvil, la prensa escrita (salvo honrosas excepciones de medios que contribuyen a la formación cristiana del usuario).


J. S.

martes, 8 de octubre de 2013

Hay maneras y maneras de hablar de la Iglesia

A todos nos gusta que nos hablen bien de nuestra madre y nos produce gran malestar oir de un extraño un comentario negativo sobre ella. Por eso una de las reglas básicas en la convivencia conyugal es no criticar nunca la conducta de la suegra ante su hijo o su hija, ¡mucho menos si hay enfado por medio!

El Papa Francisco recordaba esta realidad en la Audiencia General del 11 de septiembre pasado: Todas las madres tienen defectos, todos tenemos defectos, pero cuando se habla de los defectos de la mamá nosotros los tapamos, los queremos así

Con respecto a la Iglesia le ocurre lo mismo a quienes la tienen como Madre y la aman. En este punto la vivencia de la Iglesia Madre es clave. Decía el Papa en esa ocasión reciente: ¿Amamos a la Iglesia como se ama a la propia mamá, sabiendo incluso comprender sus defectos? Todas las madres tienen defectos, todos tenemos defectos, pero cuando se habla de los defectos de la mamá nosotros los tapamos, los queremos así. Y la Iglesia tiene también sus defectos: ¿la queremos así como a la mamá, le ayudamos a ser más bella, más auténtica, más parecida al Señor?

Por supuesto que siempre, desde los tiempos apostólicos,  ha habido una dosis de autocrítica eclesial, desde dentro, nacida de un cariño filial, con ánimo de mejora. Basta leer las Cartas Apostólicas y las Cartas a las siete Iglesias de Asia contenidas en el Apocalipsis. Y a largo de los siglos, los grandes Santos han señalado defectos a corregir en la comunidad cristiana, entre el clero y entre los simples fieles. Haced la prueba de releer el capítulo 9º de El Diálogo,  de Santa Catalina de Siena. Mucho más recientes están todos los actos celebrados y todos los documentos promulgados por Juan Pablo II durante el Jubileo del Año 2000 en relación con la memoria histórica y las culpas del pasado. Pero conviene, en las circunstancias actuales, destacar que todas esa autocrítica siempre se ha hecho desde la fe y desde el amor, con los ojos puestos en la santidad de nuestra Cabeza, Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe, con el deseo de que la Iglesia sea más bella, más auténtica, más parecida al Señor, en palabras de Francisco.

Otra cosa completamente distinta es el maltrato hecho a Nuestra Madre la Iglesia, desde fuera, por quienes son extraños, por quienes odian la Iglesia, por aquellos a quienes les importa un pito la salvación de las almas.

Es verdad que el Santo Padre nos llama a los hijos de la Iglesia a una nueva conversión y señala aspectos menos positivos que hay que enmendar entre todos y con la ayuda del Espíritu Santo. Los hijos de la Iglesia entendemos todo eso desde dentro. Pero es innegable que sus palabras y gestos llaman la atención y encuentra eco fácil en los medios. Y desde fuera, palabras suyas sueltas, expresiones descontextualizadas, son utilizadas como crítica a la Iglesia Católica, con ánimo avieso, por parte de quienes llevan mucho tiempo intentando anular la presencia de la Iglesia en el mundo. Eso duele. Nosotros hablamos de nuestra Madre, ellos no.

J.S.


sábado, 5 de octubre de 2013

El porvenir de los jóvenes y el aliento del Papa Francisco

Que estamos en un tiempo de crisis es evidente. Que los jóvenes lo tienen crudo es innegable. Si atendemos solamente a la economía el horizonte es incierto. Probablemente la causa última de esta crisis económica generalizada esté en que se ha considerado la economía como lo único importante en la vida. Ya Benedicto XVI advertía que en la base de la crisis financiera y económica lo que hay es una crisis moral, una crisis de valores.

Cuando cayó el mundo de Berlín y se desintegró el sistema soviético las centrales de pensamiento economicista proclamaron la buena nueva de que el capitalismo había derrotado al socialismo real y que una nueva era de prosperidad se abría al mundo. Aquel pensamiento tan simplista ahora también está en crisis, porque el capitalismo “salvaje” no mejora la sociedad. No es todo la economía; hay también modos de afrontar la vida que traen consecuencias en las familias, en las relaciones sociales, en el mundo internacional…y, por supuesto, en la misma economía.

El Papa Francisco, en su reciente viaje a Asís, habló a los jóvenes, comprendiendo sus problemas económicos en el momento actual. Pero les dejó bien claro que él, como muchas personas mayores, hemos vivido tiempos peores, pero con convicciones más sólidas. El Obispo de Roma argumentaba así a los jóvenes de ahora: Pensemos en nuestros padres, en nuestros abuelos o bisabuelos: se casaron en condiciones mucho más pobres que las nuestras, algunos en tiempo de guerra, o en la posguerra; algunos emigraron, como mis padres. ¿Dónde encontraban la fuerza? La encontraban en la certeza de que el Señor estaba con ellos, de que la familia está bendecida por Dios en el Sacramento del matrimonio, y de que es bendita la misión de tener hijos y de educarlos. Con estas certezas superaron incluso las pruebas más duras. Eran certezas simples, pero verdaderas, formaban columnas que sostenían su amor. Su vida no era fácil: había problemas, tantos problemas. Pero estas certezas simples les ayudaban a ir hacia delante. Y lograron hacer una bella familia, a dar vida, a hacer crecer sus hijos.

Nada menos que el Papa, la mayor autoridad moral del mundo, apeló a su experiencia personal: algunos emigraron, como mis padres. ¡Qué fuerza tienen esas palabras en el momento actual!


J.S.

jueves, 3 de octubre de 2013

COMENTARIO El Papa Francisco insiste en la prioridad de la oración


El Papa Francisco está subrayando constantemente que la tarea inmensa que tiene la Iglesia por delante –es decir, la gran tarea que tenemos todos por delante-  sólo es posible con una gran humildad y con mucha oración, para dejarle al Señor que realmente sea Él quien actúe.  

Pensar que todo es cuestión de reformas estructurales –dentro por supuesto del proyecto básico instituído por Jesucristo- supone una enorme ingenuidad histórica Por eso conviene destacar la insistencia del Papa en temas tan elementales como el tema de uno de sus últimos tuits.
Sin verdadera oración no haremos nada: sólo estorbar la acción del Espíritu Santo.

A este propósito quiero recordar unas palabras de Benedicto XVI acerca  de los nuevos medios para comunicación: existen redes sociales que, en el ambiente digital, ofrecen al hombre de hoy ocasiones para orar, meditar y compartir la Palabra de Dios.

Y como el bien es difusivo de por sí, os invito a descargar de Play Store una formidable aplicación gratuita llamada RezaEnMetro (=rezar en el Metro).  Con ella podréis oir en audio una meditación diaria predicada por un sacerdote.  Ya no vale la excusa de que “tengo mucho trabajo, estoy demasiado ocupado, para dedicar un rato cada día al recogimiento interior, para oír la Palabra de Dios, para orar”. No vale esa excusa porque en medio del ajetreo diario, en el Metro, en un autobús, por la calle, en una sala de espera, con los casquitos puestos, podrás aislarte externamente  y hacer un rato de oración. 

J. S.

martes, 1 de octubre de 2013

COMENTARIO El "aire de la Iglesia" en la predicación del Papa Francisco

En Carta a los Gálatas leemos: los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia (Gal 5, 22-23, versión neo-Vulgata). En la versión de la Vulgata, más antigua, el número de frutos mencionados es doce; caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad. El Catecismo de la Iglesia Católica, en puntos diferentes, cita ambas versiones al hablar de los frutos del Espíritu Santo.

Cuando esos frutos se dan de modo permanente y estable en una persona podemos pensar que su vida cristiana se desenvuelve ya en zonas de madurez, de un modo semejante a como una planta o un árbol manifiesta su sazón, su madurez, cuando comienza  a dar frutos. Cuando la acción del Espíritu Santo en un cristiano ha alcanzado ya un cierto nivel de efectividad aparecen esos frutos externos, constatables tanto por el sujeto interesado como por quienes le tratan. En la medida en que se den personas de esa condición en una familia, en un grupo o en cualquier tipo de comunidad, los frutos del Espíritu Santo se manifestarán también en la convivencia, en el modo de trabajar juntos, en la atmósfera vital, en el aire que se respira, en el ambiente,

El Papa Francisco decía, el pasado 30 de septiembre, en la misa de Santa Marta, unas palabras hermosas: Paz y alegría: “éste es el aire de la Iglesia”. La paz y la alegría son los frutos más palpables del Espíritu Santo, los efectos más indicativos de una plenitud cristiana.

A continuación podemos plantearnos una pregunta: ¿cómo conseguir que la paz y la alegría sean realmente “el aire de la Iglesia”? ¿Se alcanzará ese resultado a base de un buen diseño organizativo, con oportunos cambios estructurales, con reformas de las curias vaticanas y diocesanas, con una adecuada cosmética mediática? Pienso que no.

El Papa Francisco nos está indicando continuamente la clave para conseguir ese “aire de la Iglesia”: la clave es la santidad de todos, es la conversión. Sólo así “la alegría y la paz” inundarán jubilosas el secarral de este mundo.


J. S.