jueves, 29 de agosto de 2013

Organizando mejor el blog Siguiendo al Papa Francisco

He añadido unas pestañas en una línea horizontal, situada debajo de la cabecera, para facilitar la búsqueda rápida de los contenidos del blog

Página principal-Mis comentarios-Vídeos-Documentación - Para teólogos

De este modo en un primer golpe de vista ya sabe el lector donde están los temas aunque continúa teniendo valor indicativo la columna de la derecha.

 

VIDEO Benedicto XVI celebrará una misa con sus antiguos alumnos en el Vaticano

martes, 27 de agosto de 2013

COMENTARIO La centralidad de Jesús en la predicación del Papa Francisco

En un tuit reciente dijo el Papa: Jesús es la puerta que conduce a la salvación. Es una puerta abierta para todos.

El mismo Jesús empleó la imagen de “la puerta” al referirse a sí mismo: Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pasto (Jn  10, 9). Y como es habitual en los escritos de Juan, esta afirmación está blindada con otra frase que excluye cualquier otra alternativa para llegar a Dios que no sea Jesús: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí (Jn 14, 6).

Es un gran misterio, pero aquellos que, al margen de todo recinto eclesiástico cristiano, se salven se salvarán por Jesucristo, único Mediador entre Dios y los hombres, como afirma Pablo.

A veces, por falta de fe, podemos confundir la buena disposición para el diálogo con las religiones con un planteamiento humano de que Cristo es una “opción” entre otras; eso sí, una buena opción. La realidad es que se trata de la única opción, no por una decisión del Vaticano, sino por un designio del mismo Dios.

Deberíamos leer más despacio este párrafo de la Encíclica “Lumen Fidei” del Papa Francisco: En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su solicitud concreta por cada persona, su designio de salvación que abraza a la humanidad entera y a toda la creación, y que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Cuando se oscurece esta realidad, falta el criterio para distinguir lo que hace preciosa y única la vida del hombre. Éste pierde su puesto en el universo, se pierde en la naturaleza, renunciando a su responsabilidad moral, o bien pretende ser árbitro absoluto, atribuyéndose un poder de manipulación sin límites (n. 51).

Si no aceptamos a Jesús como nuestro Salvador se oscurece mucho el horizonte humano porque no queda claro que:
- cada vida humana sea única y preciosa
- que seamos algo más que una pieza del Parque Jurásico, o de Atapuerca
-que tengamos que responder de nuestros actos
-que no haya límite en la manipulación del hombre por el hombre

¡Gracias, Jesús, porque nos has salvado, haciéndote hombre, para morir y resucitar por nosotros!

J. S.



sábado, 24 de agosto de 2013

COMENTARIO El "nosotros" de la Iglesia

Hace unos meses, el Papa Francisco citó  un clásico de nuestras letras: En la literatura española hay una comedia de Lope de Vega que narra cómo los habitantes de la ciudad de Fuente Ovejuna matan al Gobernador porque es un tirano, y lo hacen de tal manera que no se sepa quién ha realizado la ejecución. Y cuando el juez del rey pregunta: “¿Quién ha matado al Gobernador?”, todos responden: “Fuente Ovejuna, Señor”. ¡Todos y ninguno!  . Y quizá para encontrar en los clásicos italianos una situación semejante añadió el Santo Padre: Vuelve la figura del “Innominado” de Manzoni. 

En el contexto de aquella   impresionante Homilía en Lampedusa, el Papa dio una interpretación particular a la unísona respuesta del pueblo ¡Fuenteovejuna, Señor, todos a una!, como si se tratara de un acto de cobardía colectiva, un modo mezquino de eludir la responsabilidad personal, escondiéndose en el anonimato de la multitud. En la intención del dramaturgo español, al contrario, aquel todos a una es presentado como un acto de valentía, un modo en el que todos asumen la responsabilidad de un acto punible con la pena capital. En el registro de nuestra literatura se cuenta este gesto como algo heroico.

De todas maneras lo que cuenta a efectos de este comentario es la intención didáctica del Papa. Y abre muchas posibilidades para la catequesis. En efecto, hay ocasiones en que el uso del “nosotros” es un modo de esconder el “yo” responsable. La piedra lanzada por una mano escondida, el insulto que un cobarde profiere amparado en una multitud, etc. Pero también hay un uso del “nosotros” que no oculta el “yo” sino que lo manifiesta con una especial profundidad. Todo el lenguaje de la liturgia, especialmente en la Santa Misa, expresa un “nosotros” dentro del cual el “yo” es fuerte. Y también un uso de “yo” recitado al unísono, en coro, como si se tratase de un “nosotros” Hermanos, reconozcamos nuestros pecados, Yo confieso ante Dios Poderoso; por mi culpaCreo; Padre NuestroSeñor no soy digno de que entres en mi casa. Y la plegaria eucarística siempre es recitada en plural (Te ofrecemos), aunque la diga solamente un sacerdote.

Benedicto XVI decía que en la oración litúrgica, sobre todo en la Eucaristía, y, formados por la liturgia, en toda oración, no hablamos sólo como personas individuales, sino que entramos en el 'nosotros' de la Iglesia que ora. Debemos transformar nuestro 'yo' entrando en este 'nosotros'.

La liturgia, sobre todo la Eucaristía, nos introduce en esa asombrosa comunión con los Ángeles y los Santos con los cuales cantamos o rezamos con una sola voz el Santo, Santo, Santo. La Misa nos lleva a entrar en comunión con la Virgen Santísima, con San José. Aunque estuviéramos muy pocas personas en la iglesia a través de la celebración eucarística entramos en comunión con la Trinidad,  junto con una multitud santa, invisible, pero real y presente.

La liturgia es como la puerta a una realidad que es permanente: nuestro ser en la Iglesia, nuestra pertenencia a la Iglesia, que no es una asociación benéfica, cultural o política, sino que es un cuerpo vivo, que camina y actúa en la historia. Y este cuerpo tiene una cabeza, Jesús, que lo guía, lo alimenta y lo sostiene, en palabras del Papa Francisco.

El "nosotros" de la Iglesia es un reflejo del "nosotros" con que Jesús se dirige al Padre: Que todos sean uno como nosotros somos uno.

J. S.

VIDEO Las inquietudes y peticiones del Papa a golpe de tuit. Cada vez tiene más seguidores

viernes, 23 de agosto de 2013

VIDEO Santa Rosa de Lima, la primera Santa del Nuevo Mundo

COMENTARIO La "cultura del encuentro" en el vocabulario del Papa Francisco

El Papa Francisco está creando un vocabulario propio y de gran eficacia a la hora de comunicar. Ya vimos en un anterior comentario lo que el Santo Padre  quiere significar con “la globalización de la indiferencia”: cada uno a lo suyo y nada o poco me interesa lo que les pasa o hacen los demás. También sabemos que “la cultura del descarte”: eliminar de los proyectos políticos o económicos las personas o grupos que no reportan beneficio y más bien suponen una carga; algo así se hace con los contenedores para la basura, con los vertederos para residuos; quizá en el español peninsular hubiéramos preferido decir “cultura del deshecho”. Pero es igual,  entendemos perfectamente el dicho argentino.

“En muchos ambientes y en general en este humanismo economicista que se nos impuso en el mundo - dice el Santo Padre- se ha abierto paso una cultura de la exclusión, una “cultura del descarte”. No hay lugar para el anciano ni para el hijo no deseado; no hay tiempo para detenerse con aquel pobre en la calle.

El Papa Francisco contrapone a esas actitudes lo que él llama “la cultura del encuentro”, que es aceptación del otro, saber escuchar, saber compartir aunque sólo sea el tiempo, ser accesible al necesitado de ayuda. Cómo no recordar el clima de paz, de cordialidad, creado en torno a Papa cuando visitó la modesta comunidad de Varginha en Río de Janeiro. Les dijo con el corazón en la mano: desde el primer momento en que he tocado el suelo brasileño, y también aquí, entre vosotros, me siento acogido. Y es importante saber acoger; es todavía más bello que cualquier adorno. Digo esto porque, cuando somos generosos en acoger a una persona y compartimos algo con ella —algo de comer, un lugar en nuestra casa, nuestro tiempo— no nos hacemos más pobres, sino que nos enriquecemos. Ya sé que, cuando alguien que necesita comer llama a su puerta, siempre encuentran ustedes un modo de compartir la comida; como dice el proverbio, siempre se puede «añadir más agua a los frijoles». ¿Se puede añadir más agua a los frijoles? … ¿Siempre? … Y lo hacen con amor, mostrando que la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en el corazón.

Necesitamos una auténtica catarsis en nuestra decadente cultura occidental. Demasiada prisa, demasiado ensimismamiento, demasiado vacío interior, demasiada tristeza en las calles. En una ciudad populosa como Madrid ¿no se te ocurre ayudar un poco a un grupo de forasteros que llevan un rato perplejos ante un panel de líneas de autobuses, o con un plano callejero que no acaban de entender? ¿o ayudar a una señora que pretende bajar o subir unas escaleras del Metro con un cochecito de bebé? ¿o ante un grupo que se han sacando fotos unos a otros ofrecerte para sacarle una foto a todos?

Con palabras del Obispo de Roma, necesitamos edificar, crear, construir, una cultura del encuentro. Tantos desencuentros, líos en la familia, ¡siempre! Líos en el barrio, líos en el trabajo, líos en todos lados. Y los desencuentros no ayudan. La cultura del encuentro. Salir a encontrarnos. Y el lema dice, encontrarnos con los más necesitados, es decir, con aquellos que necesitan más que yo. 

Con la cultura del encuentro tendríamos una vida más grata, más humana. Y sobre todo, estaríamos más cerca de Dios, verdadera fuente de la comunión entre los hombres.


J.S.

miércoles, 21 de agosto de 2013

COMENTARIO El vocabulario del Papa Francisco: "la globalización de la indiferencia"

Un interlocutor ocasional me dijo el otro día: “Mire, Vd., el cristianismo se resume en vivir y dejar vivir a los demás”. No tuvimos tiempo para ahondar mucho en el tema, pero me resistí a asentir con entusiasmo a esa máxima. Me recordó lo que oí hace unos años a un tabernero del norte de Navarra, en tiempos de virulencia terrorista: “Mire Vd., tenemos que vivir todos. Hay que vivir y dejar vivir a los demás”.  Hombre, como un mínimo ético en tiempos de confrontación general, podría valer, Pero me resisto a aceptar esa frase como lema  en una sociedad moralmente avanzada.

El Papa Francisco acudió con dolor hace unos meses a la Isla de Lampedusa, al Sur de Italia, próxima a las costas africanas. Una vez más se había producido la tragedia, pero esta vez con unos tintes especialmente inhumanos.  Un grupo de  africanos que intentaban llegar a Lampedusa se escondieron en las nasas (una especie de cilindros para pescar) de un barco tunecino. Los pescadores cortaron los cabos y siete africanos desaparecieron en las aguas cuando más cerca se hallaban de las costas soñadas.

Lo que más le dolió al Papa fue la indiferencia con en los medios se recogió la noticia. Ese dolor le llevó a la Isla donde se registran casi a diario dramas semejantes. En su homilía dijo el Santo Padre: Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, de los que hablaba Jesús en la parábola del Buen Samaritano: vemos al hermano medio muerto al borde del camino, quizás pensamos “pobrecito”, y seguimos nuestro camino, no nos compete; y con eso nos quedamos tranquilos, nos sentimos en paz. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!

La expresión “globalización de la indiferencia” da en el clavo. El mal de la indiferencia ante el destino ajeno se ha generalizado. Nos hemos acostumbrado a la indiferencia ajena y a la propia ante los dramas humanos de pueblos enteros. Hemos adquirido una gran capacidad de “pasar de”, cuando las cosas no nos afectan de un modo inmediato y personal.

El embotamiento del corazón es peligroso. No queráis endurecer vuestro corazón, dice un Salmo. Podemos hacernos indiferentes ante la suerte de personas muy cercanas: compañeros de trabajo, familia e, incluso, el mismo núcleo del matrimonio.

En la raíz de no pocos fracasos matrimoniales está la rutina, la falta de comunicación, el desinterés, el vivir cada uno “su vida”. La matriz cultural en la que se nos quiere encajar supone un excelente caldo de cultivo para la indiferencia, para que se instale la indiferencia ante los demás.

Y algo es seguro. Que la convivencia entre indiferentes acaba por ser insoportable.

Quiero terminar con la misma petición del Papa Francisco en Lampedusa:

Te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado y se ha cerrado en su propio bienestar que anestesia el corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que llevan a estos dramas. ¡Perdón, Señor!

J.S.

Puede ver aquí la Homilía del Papa en Lampedusa

lunes, 19 de agosto de 2013

VIDEO No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura

(De una homilía del Papa Francisco)   texto entero

Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.

Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.


Homilía del Santo Padre Castelgandolfo, 15 de agosto de 2013

Queridos hermanos y hermanas;

El Concilio Vaticano II, al final de la Constitución sobre la Iglesia, nos ha dejado una bellísima meditación sobre María Santísima. Recuerdo solamente las palabras que se refieren al misterio que hoy celebramos. La primera es ésta: «La Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo» (n. 59). 

COMENTARIO El Papa Francisco no es "cristiano a ratos"

Cuando tenemos a un invitado en nuestra casa, aunque sea sólo por unas horas, nuestro comportamiento cambia. No todo sigue igual, a menos que seamos unos maleducados.  En centro de nuestra atención en ese tiempo  es el invitado. La presencia en nuestra casa de una persona o de un grupo a quien apreciamos y que habitualmente no vive con nosotros obliga a cambios en nuestros hábitos. Casi, casi podría decirse que la calidad cultural de una sociedad se  refleja en las normas de la hospitalidad. La deferencia, el arte de hacer grata la estancia del invitado en nuestra casa, la solicitud por facilitarle las cosas a quien está de paso, son tareas que modifican nuestra rutina diaria.

Esta mañana no ha dicho el Papa Francisco por Twitter: No podemos ser cristianos a ratos. Si Cristo constituye el centro de nuestra vida, ha de estar presente en todo lo que hacemos.  Esta frase tan sencilla la he asociado enseguida a la situación de quien tiene un invitado muy especial en casa.  Jesús ha venido personalmente a nosotros desde el momento del bautismo y no ha venido para estar de paso, sino para permanecer  de un modo estable. Le podemos expulsar, casi a la fuerza,  con un comportamiento hostil por nuestra parte. Eso es el pecado mortal.  Pero, incluso en ese caso, Jesús no se aleja mucho de nuestra casa y queda a la espera de nuestro arrepentimiento y nuestra penitencia para volver a instalarse en nuestra alma.

Pero el comentario del Papa Francisco no parece referirse a la situación extrema del maltrato al invitado, sino, más bien, al descuido, a la falta de atención merecida al divino Huésped.  Podemos olvidarnos  de Él,  dejarle en un segundo o un tercer plano y centrarnos de nuevo en “nuestras” cosas. La presencia de quien vino puede difuminarse en la memoria del anfitrión. Ya le atendí durante media hora, ya fue bastante,  necesito recuperar mi autonomía, mi independencia. Yo soy yo y nadie más.  Así empezamos a ser cristiano a ratos. Y los ratos pueden volverse cada vez más cortos.

Pienso que el Papa Francisco es un ejemplo de cristiano a todas horas, a tiempo completo. Por eso le sale tan fácil escribir en Twitter  dos o tres líneas que rezuman amor a Jesucristo.

J. S.

A propósito del uso que el Santo Padre hace de Twitter, releer en este blog  El Papa del Twitter


Mensaje del Papa al Obispo de Rimini y el próximo Meeting organizado por Comunión y LIberación


(RV).- El Santo Padre Francisco a través de su secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, ha enviado un mensaje al obispo de Rimini, ciudad italiana, en la que, desde el 18 al 24 de agosto, se celebra la 34ª edición del Meeting de la amistad entre los pueblos, organizado por Comunión y Liberación.

más >>>

domingo, 18 de agosto de 2013

Nuevo llamamiento del Papa por la paz en Egipto: preocupación y oración ante la escalada de violencia

«El Papa Francisco sigue con creciente preocupación las graves noticias que llegan de Egipto, perseverando en la oración para que cese la violencia y con el anhelo de que las partes elijan el camino del diálogo y la reconciliación», señaló este sábado el vicedirector de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Padre Ciro Benedettini

más >>>

El Ángelus del Papa:Tengamos fija la mirada en Jesús para renunciar a toda violencia

Papa Francisco explico que “no es que Jesús quiera dividir entre ellos a los hombres, al contrario: Jesús es nuestra paz, ¡es reconciliación! Pero esta paz no es neutralidad, no es acuerdo a cualquier precio. Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y escoger el bien, la verdad, la justicia, también cuando ello requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto divide, lo sabemos, divide también los lazos más estrechos. Pero atención: ¡no es Jesús el que divide! Él pone el criterio: vivir para sí mismo, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo, u obedecer a Dios. He aquí en qué sentido Jesús es «signo de contradicción» (Lc 2,34).


Por lo tanto –dijo, “esta palabra del Evangelio no autoriza de hecho al uso de la fuerza para difundir la fe. Es propiamente lo contrario: la verdadera fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a toda violencia. Fe y violencia son incompatibles”.


María abre la puerta del Cielo a la humanidad. Humildad contemplativa, en el amor del Señor, exhorta Papa Francisco a las Clarisas

(RV).-  (con audio) Antes de la Santa Misa de la Solemnidad de la Asunción de María, en Castel Gandolfo, el Santo Padre mantuvo un encuentro con las Clarisas del Monasterio de la Inmaculada Concepción, de Albano Lacial. Es la segunda vez – la primera fue el pasado 14 de julio - que el Papa Bergoglio visita a las religiosas de esta comunidad de clausura, que se encuentra en el territorio de las villas pontificas, donde se reza por el Sucesor de Pedro, por la Iglesia y por la humanidad. La Madre abadesa, María Assunta y la Madre vicaria, sor María Concetta, fueron entrevistadas por Sergio Centofanti.
La Madre María Assunta destaca su gran alegría junto con la de toda la comunidad Clarisa y la exhortación del Santo Padre:
«Es difícil expresar los sentimientos vividos en este breve e intenso encuentro. Lo que nos dejó el Santo Padre es la exhortación a vivir plenamente nuestra vocación, en fidelidad a nuestro carisma. En la sencillez, en lo esencial, en la pobreza, que nos hace sentir hermanas. Una búsqueda intensa para vivir una relación fundada en el amor del Señor. Como expresa el mismo Santo Padre con su persona: una humanidad muy rica, que no se queda en lo accesorio, que es profunda y crea relación. Son palabras que él nos dijo, estando entre nosotras con aquella sencillez que revela su gran profundidad. ¡Es difícil expresar lo bello e intenso de este encuentro! ¡Una alegría y una energía que nos recuerda una responsabilidad auténtica, verdadera, nuestra respuesta al Señor, por la Iglesia y por el Santo Padre!».

Sor María Concetta cuenta una cosa simpática que les dijo el Papa Francisco sonriendo, sonrisa que se contagió entre las Clarisas, hablando de la Madre de Dios, que abre la puerta del Cielo para que entre toda la humanidad:
«Vimos al Papa muy sereno y tranquilo, como si no tuviera compromisos y cosas que hacer. Nos habló – de una forma entrañable que nos impactó mucho – de María, en esta Solemnidad de la Asunción. La mujer consagrada es un poco como María. Nos contó algo simpático, lindo, sonriendo y haciendo sonreír a todos: María está en el Paraíso detrás de la puerta; San Pedro no siempre abre la puerta cuando llegan los pecadores y entonces María sufre un poco, pero se queda allí. Y de noche, cuando se cierran las puertas del paraíso, cuando nadie ve, ni oye, María abre la puerta del Paraíso y hace que entren todos. En estas palabras vimos nuestra misión. Nuestra vocación a la vida contemplativa, de clausura, que hoy no se comprende ¡pero no importa! ¿Qué es lo esencial? ¿Cuál es el objetivo de esta vida y vocación? Creo que es lo que el Papa nos dijo en pocas palabras. En el silencio, en la oscuridad, de noche, cuando nadie ve, nadie sabe, nadie oye... ¡cuánta gente pasa delante de los monasterios de vida contemplativa y no sabe quién está dentro y qué hace! En este silencio, en esta noche, se desarrolla nuestra misión: abrir las puertas del Paraíso para que entre toda la humanidad, todos los hombres, hermanos y hermanos, que quizá ni conocen ni han recibido el don de la fe. Como María, abrir aquella puerta; dar confianza y esperanza. Nadie sabe... pero no nos importa ¡Lo sabe Dios, lo sabe María!».
(CdM - RV)

sábado, 17 de agosto de 2013

El sentido de nuestra vida está en el amor de Dios en Cristo

2013-08-17 Radio Vaticana
El Papa en la semana
(RV).- (Con audio)  Que sea verdaderamente un amistoso, pidió Francisco el pasado 13 de agosto al recibir a los jugadores de los equipos nacionales de Italia y Argentina, en vísperas del partido amistoso que se disputaron en el Estadio Olímpico de Roma en honor del Papa. A todos ellos les recordó que su popularidad es también una responsabilidad social, porque el deporte de equipo es gratuidad y camaradería. Y no obstante la profesionalización del deporte, quien lo practica debe hacer crecer a la sociedad, servir de ejemplo y contribuir al bien común. A los dirigentes el Obispo de Roma les pidió un compromiso para que no se dé la preeminencia a los aspectos económicos y comerciales y se refuerce el carácter auténticamente deportivo.
“Llegan lamentablemente noticias dolorosas de Egipto. Deseo asegurar mi oración por todas las víctimas y sus familiares. Por los heridos y por cuantos sufren. Oremos juntos por la paz, el diálogo, la reconciliación en esa querida tierra y en el mundo entero. María Reina de la paz ruega por nosotros. Digamos todos María Reina de la paz ruega por nosotros”.
Fue el llamamiento del Papa antes de rezar el ángelus el pasado 15 de agosto, en la Solemnidad de la Asunción de María al cielo.
“También María conoció el martirio de la cruz: Ella sufrió tanto, en su corazón, mientras Jesús sufría en la Cruz. Estuvo unida plenamente a Él en la muerte y, por eso le fue dado el don de la resurrección”. De este modo habló el Papa del misterio de la Asunción de María al cielo en la misa de su Solemnidad, celebrada en la Plaza de la Libertad de Castel Gandolfo, ante más de doce mil fieles. Desde el palco montado al ingreso del Palacio Apostólico de esta pequeña ciudad de los Castillos romanos, el Pontífice subrayó que “Cristo es la primicia de los resucitados, y María es la primicia de los redimidos”.
“Es nuestra Madre – añadió – pero también es nuestra representante, nuestra primera hermana, es la primera de los redimidos que ha llegado al Cielo”. Resurrección, lucha y esperanza, fueron las tres palabras clave de la reflexión de Francisco. María sostiene a los cristianos en la lucha contra las fuerzas del mal, y la oración con María, de modo particular el Rosario, también tiene esta dimensión “agonística” y nos sostiene contra el maligno.
En fin, el Papa Francisco habló de la esperanza que lleva al corazón quien afronta la lucha de la vida creyendo en la Resurrección de Cristo, en la victoria del Amor. Donde está la cruz para nosotros los cristianos está la esperanza, siempre. Si no está la esperanza nosotros no somos cristianos, por esto a mí me gusta decir ¡no se dejen robar la esperanza! ¡Que no nos roben la esperanza porque esta fuerza es una gracia, un don de Dios que nos lleva adelante mirando el cielo!
Poco después, antes de la oración del ángelus, el Papa Bergoglio habló del “sí” de María en Nazaret y de cómo cada “sí” a Dios es para nosotros un paso hacia la vida eterna. Porque esto quiere el Señor: nos quiere a todos consigo, en su casa. Y recordó el 25° aniversario de la Carta Apostólica Mulieris dignitatem del beato Juan Pablo II, pidiendo que en la meditación del misterio bíblico de la mujer, condensado en María, “todas las mujeres se encuentren a sí mismas y la plenitud de su vocación”.
Producción de María Fernanda Bernasconi. (hispano@vatiradio.va)

viernes, 16 de agosto de 2013

VIDEO El Papa recomienda rezar el Rosario a diario para luchar contra el maligno

COMENTARIO Tres Papas. Aquí estamos. Qué somos. Qué queremos.

En varios artículos y en conversaciones con  otros sacerdotes voy encontrando una apreciación común acerca de los tres Papas más recientes: Juan Pablo II, Benedicto XVI y el actual Papa Francisco. Muy lejos de comentarios superficiales acerca de las características de uno y otro, comparando estilos, gestos o sensibilidades, lo que aparece más evidente es la unidad de proyecto en los 3 grandes Papas. Es como se hubieran repartido entre sí tres movimientos de una magnífica sinfonía, una sinfonía que tiene como tema, desde las primeras notas hasta las últimas, la Iglesia de Jesucristo, el signo e instrumento para la íntima unión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.

En reparto imaginario de tareas es como si a Juan Pablo II le hubiera tocado hacer visible la Iglesia en el mundo entero. En ninguna otra época de la historia ha alcanzado la Iglesia una presencia visual tan espectacular como la proyectada por el gran Pontífice polaco, que además de santo tenía unas cualidades escénicas extraordinarias.

Al Papa alemán, Benedicto XVI, le tocó en ese reparto  (que repito es imaginario) la tarea de llenar de claridad la reflexión de la Iglesia sobre sí misma y la doctrina de fe. El conjunto de sus enseñanzas le merecerían la consideración de un gran Padre de la Iglesia del siglo XXI.

Estamos en el primer año de pontificado del Papa Francisco, argentino,  y todo apunta a una hora de puesta en práctica de una nueva evangelización en toda regla.

Alguien ha resumido estos tres momentos de un proyecto unitario en tres titulares: aquí estamos;  qué somos; qué queremos.

En un reciente mensaje al Obispo de Concepción (Argentina) el Obispo de Roma ha dicho "Le tengo miedo a los cristianos quietos. Terminan como el agua estancada". 

Es hora de espabilar.


J. S.

VIDEO Papa Francisco: "Sin esperanza, no somos cristianos"

Está siempre con nosotros la Madre de Cristo y de la Iglesia, Papa Francisco

(RV).- (con audio) El Obispo de Roma llegó a Castel Gandolfo, donde fue recibido con campanas de fiesta y grandes muestras de alegría y devoción, para celebrar la Santa Misa de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María y rezar el Ángelus, en este día en que la «Iglesia en todo el mundo canta el Magnificat», «cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia», cántico que «une el cielo y la tierra». Lucha, resurrección, esperanza, fueron las tres palabras que centraron la homilía del Santo Padre, que evocó la Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia: «La Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo» (n.68). A la luz de esta imagen bellísima de nuestra Madre, el Papa Francisco reflexionó sobre el mensaje de las lecturas bíblicas de esta celebración, deteniéndose en las tres palabras clave: lucha, resurrección, esperanza.
Con la visión de la lucha entre la mujer y el dragón y la figura de la Iglesia, el Papa destacó que la Madre de Cristo y de la Iglesia está siempre con nosotros, nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal. La oración con María, en especial el Rosario, tiene también esta dimensión «agonística», es decir, de lucha, una oración que sostiene en la batalla contra el maligno y sus cómplices.
Sobre la resurrección, el Santo Padre hizo hincapié en que también el misterio de la Asunción de María en cuerpo y alma se inscribe completamente en la resurrección de Cristo. María ha conocido también el martirio de la cruz: ha vivido la pasión del Hijo hasta el fondo del alma. Ha estado completamente unida a él en la muerte, y por eso ha recibido el don de la resurrección. Cristo es la primicia de los resucitados y María es la primera de «aquellos que son de Cristo».
«Esperanza es la virtud del que experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, cree en la resurrección de Cristo, en la victoria del amor», reiteró el Papa, destacando con la tercera palabra, que el Magnificat de María es el cántico de la esperanza, el cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia, de la Iglesia, «especialmente intenso allí donde el Cuerpo de Cristo sufre hoy la Pasión. Y María está allí, cercana a esas comunidades, a esos hermanos nuestros, camina con ellos, sufre con ellos, y canta con ellos el Magnificat de la esperanza».
Al concluir su homilía, el Santo Padre invitó a unir los corazones al «cántico de paciencia y victoria, de lucha y alegría, que une a la Iglesia triunfante con la peregrinante, que une el cielo y la tierra, la historia y la eternidad»

(CdM – RV)
Texto completo de la homilía del Santo Padre: 
Solemnidad de la Asunción de la Virgen María
Castel Gandolfo, 15 de agosto de 2013
Queridos hermanos y hermanas
El Concilio Vaticano II, al final de la Constitución sobre la Iglesia, nos ha dejado una bellísima meditación sobre María Santísima. Recuerdo solamente las palabras que se refieren al misterio que hoy celebramos. La primera es ésta: «La Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo» (n. 59). Y después, hacia el final, ésta otra: «La Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo» (n. 68). A la luz de esta imagen bellísima de nuestra Madre, podemos considerar el mensaje que contienen las lecturas bíblicas que hemos apenas escuchado. Podemos concentrarnos en tres palabras clave: lucha, resurrección, esperanza.
El pasaje del Apocalipsis presenta la visión de la lucha entre la mujer y el dragón. La figura de la mujer, que representa a la Iglesia, aparece por una parte gloriosa, triunfante, y por otra con dolores. Así es en efecto la Iglesia: si en el Cielo ya participa de la gloria de su Señor, en la historia vive continuamente las pruebas y desafíos que comporta el conflicto entre Dios y el maligno, el enemigo de siempre. En esta lucha que los discípulos de Jesús han de sostener - nosotros, todos nosotros discípulos de Jesús debemos afrontar esta lucha - María no les deja solos; la Madre de Cristo y de la Iglesia está siempre con nosotros, siempre, camina con nosotros siempre. También María participa, en cierto sentido, de esta doble condición. Ella, naturalmente, ha entrado definitivamente en la gloria del Cielo. Pero esto no significa que esté lejos, que se separe de nosotros; María, por el contrario, nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal. La oración con María, en especial el Rosario, pero escuchen bien, el Rosario, ¿eh? – ¿Ustedes rezan el Rosario todos los días? (....sí la gente responde) – (Bueno no sé dice el Papa sonriendo, ¿seguro?).... tiene también esta dimensión «agonística», es decir, de lucha, una oración que sostiene en la batalla contra el maligno y sus cómplices.
La segunda lectura nos habla de la resurrección. El apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, insiste en que ser cristianos significa creer que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos. Toda nuestra fe se basa en esta verdad fundamental, que no es una idea sino un acontecimiento. También el misterio de la Asunción de María en cuerpo y alma se inscribe completamente en la resurrección de Cristo. La humanidad de la Madre ha sido «atraída» por el Hijo en su paso a través de la muerte. Jesús entró definitivamente en la vida eterna con toda su humanidad, la que había tomado de María; así ella, la Madre, que lo ha seguido fielmente durante toda su vida, lo ha seguido con el corazón, ha entrado con él en la vida eterna, que llamamos también Cielo, Paraíso, Casa del Padre.

María ha conocido también el martirio de la cruz: el martirio de su corazón, el martirio del alma. Ella ha sufrido tanto en su corazón, mientras Jesús sufría en la cruz. Ha vivido la pasión del Hijo hasta el fondo del alma. Ha estado completamente unida a él en la muerte, y por eso ha recibido el don de la resurrección. Cristo es la primicia de los resucitados, y María es la primicia de los redimidos, la primera de «aquellos que son de Cristo». Es nuestra Madre, pero también podemos decir que es nuestra representante, es nuestra hermana, nuestra primera hermana, es la primera de los redimidos que ha llegado al cielo.
El evangelio nos sugiere la tercera palabra: esperanza. Esperanza es la virtud del que experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, cree en la resurrección de Cristo, en la victoria del amor. Hemos escuchado el canto de María, el Magnificat es el cántico de la esperanza, el cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia. Es el cántico de tantos santos y santas, algunos conocidos, otros, muchísimos, desconocidos, pero que Dios conoce bien: mamás, papás, catequistas, misioneros, sacerdotes, religiosas, jóvenes, también niños, abuelos y abuelas, que han afrontado la lucha por la vida llevando en el corazón la esperanza de los pequeños y humildes. María dice: «Proclama mi alma la grandeza del Señor», así canta hoy la Iglesia y lo hace en todas partes del mundo. Este cántico es especialmente intenso allí donde el Cuerpo de Cristo sufre hoy la Pasión, donde está la cruz para nosotros cristianos está la esperanza, siempre. Si no está la esperanza nosotros no somos cristianos, por esto a mí me gusta decir ¡no se dejen robar la esperanza! ¡Que no nos roben la esperanza porque esta fuerza es una gracia, un don de Dios que nos lleva adelante mirando el cielo! Y María está siempre allí, cercana a esas comunidades que sufren, a esos hermanos nuestros, camina con ellos, sufre con ellos, y canta con ellos el Magnificat de la esperanza.
Queridos hermanos y hermanas, unámonos también nosotros, con el corazón, a este cántico de paciencia y victoria, de lucha y alegría, que une a la Iglesia triunfante con la peregrinante, nosotros; que une el cielo y la tierra, nuestra historia y la eternidad.

miércoles, 14 de agosto de 2013

VIDEO El Papa consagrará al mundo ante la imagen de la Virgen de Fátima

COMENTARIO La salvación a través de la Iglesia

En un relato particular del texto sagrado podríamos ver un reflejo de la totalidad, de un modo parecido a como en una gota de agua que pende de una hoja podríamos ver el reflejo del jardín entero. A esta cualidad se le llama la unidad de la Sagrada Escritura. Fijémonos en un caso particular: la conversión de San Pablo y el inicio de su carrera apostólica. Camino de Damasco, Pablo tiene una idea clara: los secuaces de Jesús son un peligro para Israel, porque están propagando que Jesús ha resucitado y vive. La experiencia de esa realidad es minoritaria en Jerusalén. Todos sus habitantes vieron a Jesús morir en la Cruz y cómo fue sepultado, pero sólo unos pocos fueron testigos del Resucitado. El anuncio de que Jesús vive y que es el Salvador está dividiendo profundamente al pueblo judío. Hay que acabar con esa secta sumamente peligrosa. Y ahí Saulo camino de Damasco para apresar a los seguidores de esa fantasía.

En ese trance, sin esperarlo, ni siquiera imaginarlo, Pablo ve al mismo Jesús que se le  aparece  de un modo extraordinario (de hecho ésta será la última aparición del Resucitado). Saulo, Saulo, ¿porqué me persigues?. La reacción de Pablo es inmediata: ¿Quién eres, Señor?.  Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Todo el esquema mental de Pablo queda hecho añicos y pregunta con ánimo noble y rendido: ¿Qué quieres, Señor, que haga?

Jesús pudo, en ese momento, comunicar a Pablo un mensaje completo, una orden detallada acerca de su futuro; sin embargo, el Señor se limita a indicarle: Vete a Damasco y allí se te dirá lo que tienes que hacer. Y Pablo, completamente ciego, tiene que ser conducido por otros. De ahí en adelante todo parece un juego de ajedrez. El mismo Jesús se manifiesta en la oración un tal Ananías, un cristiano ignoto de Damasco y le dice, con gran susto del oyente: levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; lo encontrarás rezando. Podemos encontrar el relato completo en Hechos, cap. 9.  

La historia de quien será el último Apóstol  constituye un claro ejemplo del modo en que Dios actúa en la historia humana, manejando una trama y una urdimbre asombrosas, con un reparto en las tareas de modo que unos inician algo que otros completan. Siempre Jesús es el Señor de la Historia, pero interviene como quien hace un encaje de bolillos. Este modo de proceder recibe un nombre en el Magisterio de la Iglesia: la índole comunitaria de la Salvación.

Esta idea es expresada por Benedicto XVI con mucha sencillez en la Encíclica Spe salvi: ningún ser humano es una mónada cerrada en sí misma. Nuestras existencias están en profunda comunión entre sí, entrelazadas unas con otras a través de múltiples interacciones. Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros: en lo que pienso, digo, me ocupo o hago. Y viceversa, mi vida entra en la vida de los demás, tanto en el bien como en el mal.

Pablo, futuro Apóstol, fue introducido en los planes de Dios mediante la Iglesia.  No todo lo hizo Dios en él de un modo inmediato, porque recibió una primera instrucción, luego fue bautizado;  en sus primeros pasos fue guiado y acompañado. Pablo no estuvo en la Última Cena y cuando recuerda el gran misterio eucarístico, escribirá:  porque  yo mismo os he transmitido lo que a mi vez recibí.

El Papa Francisco  señala la eclesialidad  como característica de lo auténticamente cristiano. Si nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia. Caminar juntos en la Iglesia, guiados por los Pastores, que tienen un especial carisma y ministerio, es signo de la acción del Espíritu Santo; la eclesialidad es una característica fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento. La Iglesia es quien me trae a Cristo y me lleva a Cristo; los caminos paralelos son muy peligrosos. Cuando nos aventuramos a ir más allá (proagon) de la doctrina y de la Comunidad eclesial – dice el Apóstol Juan en la segunda lectura -  y no permanecemos en ellas, no estamos unidos al Dios de Jesucristo (cf. 2Jn v. 9). Así, pues, preguntémonos: ¿Estoy abierto a la armonía del Espíritu Santo, superando todo exclusivismo? ¿Me dejo guiar por Él viviendo en la Iglesia y con la Iglesia?  (Homilía del 19 de mayo de 2013).

J. S.

Ver un artículo extenso sobre este tema: La comunión en la Iglesia, realidad interior y externa



VIDEO El Papa a los futbolistas: Tenéis una responsabilidad social

lunes, 12 de agosto de 2013

COMENTARIO La fe de la Iglesia y nuestra identificación más profunda

En un pasaje del Evangelio encantador dice Jesús que la mujer que da a luz a un hijo se olvida del dolor que ha pasado “con la alegría de dar un hombre al mundo”. Esa alegría de la madre es única y con frecuencia rompe en entusiastas manifestaciones: ¡hijos mío, eres lo más lindo del mundo! Sólo una madre es capaz de llamar así a un pequeño amasijo de carne. Y la diminuta criatura responde acurrucándose como puede en esa cálida humanidad de donde ha salido, como si quisiera volver a su hogar primero. Ahí empezó la escucha más importante de nuestra vida, la repetición monótona y entrañablemente amorosa de cosas dichas por la madre y el padre, a las que se añadieron otras voces cercanas de hermanos, abuelos. Tardamos algunos años en entender de un modo consciente lo que personas que nos amaban nos decían desde el principio. Éste es el proceso normal en el despertar de la consciencia humana, el principio de conocimiento de nosotros mismos: yo soy quien soy, quien me han dicho y me entiendo en una lengua que no sé cuando aprendí.

Esta consideración tan sencilla y universal es una de las claves del pensamiento ratzingeriano  retomado por el Papa Francisco en su primera Encíclica Lumen fidei. Dice así: La persona vive siempre en relación. Proviene de otros, pertenece a otros, su vida se ensancha en el encuentro con otros. Incluso el conocimiento de sí, la misma autoconciencia, es relacional y está vinculada a otros que nos han precedido: en primer lugar nuestros padres, que nos han dado la vida y el nombre. El lenguaje mismo, las palabras con que interpretamos nuestra vida y nuestra realidad, nos llega a través de otros, guardado en la memoria viva de otros. El conocimiento de uno mismo sólo es posible cuando participamos en una memoria más grande (n. 38).

Hay todavía una memoria más grande. Más grande que la memoria de una familia, de una comarca, de una región, de una nación. Es la memoria de la Iglesia, es una memoria de 20 siglos. El Papa Francisco habla en su Encíclica Lumen Fidei de ese sujeto único de memoria que es la Iglesia. Una memoria expresada en multitud de lenguas y culturas, pero siempre idéntica a sí misma en lo esencial. Ese milagro, humanamente inexplicable, es tarea del Espíritu Santo, a quien el Catecismo de la Iglesia Católica llama memoria de la Iglesia. Esa tarea está anunciada en las palabras de Jesús, « os irá recordando todo » (Jn14,26). Se trata de recordar el testimonio apostólico,  lo que hemos visto y oido os lo anunciamos (1 Jn, 1,3).  Y mediante una cadena ininterrumpida de testimonios llega a nosotros el rostro de Jesús. La tradición apostólica es confirmada y renovada en la vida de los santos y, de un modo especial, en la experiencia de los místicos.

El Amor, que es el Espíritu y que mora en la Iglesia, mantiene unidos entre sí todos los tiempos y nos hace contemporáneos de Jesús, convirtiéndose en el guía de nuestro camino de fe.

Iniciamos estas consideraciones con la imagen de la madre parturienta, la que inicia nuestra identificación personal; pues bien, la Iglesia también Madre nos inicia en nuestra identificación más profunda con el lenguaje de la fe. Yo soy quien soy, lo que me ha transmitido la Iglesia; soy hijo de Dios en Cristo, llamado a ser santo, a caminar en su presencia y a vivir en su Amor.

J.S.



Nuestro deseo grande y profundo de la fiesta sin fin, Papa Francisco en el ángelus

“El cristiano es uno que lleva dentro de sí un deseo muy grande y profundo: aquel de encontrarse con el Señor junto a sus hermanos, a sus compañeros de camino. Y todo esto se resume en un famoso dicho de Jesús: ‘Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón’ (Lc.12,34).” dijo el Sucesor de Pedro, inspirado en el Evangelio de la liturgia del domingo. Por esto, aunque la realidad más importante sea llevar adelante la familia, el trabajo, “es el amor de Dios el que da sentido a los pequeños empeños cotidianos y el que también ayuda a afrontar las grandes pruebas”. Éste es el verdadero tesoro del hombre -afirmó el Vicario de Cristo-, un amor que no es vago, sino que tiene un nombre: Jesucristo, que “nos permite ir más allá de las experiencias negativas; no quedar prisioneros del mal, nos abre a la esperanza, al horizonte final de nuestra peregrinación”.
El deseo del encuentro definitivo con Cristo “nos hace estar siempre preparados, con espíritu despierto, porque esperamos este encuentro con todo el corazón, con todo nuestro ser.”

 Seguir leyendo

domingo, 11 de agosto de 2013

Crónica en ABC de María Durán. El Papa no descansa en verano

Agosto se presumía un mes de poca actividad, pero no está siéndolo para el Papa Francisco. El «ferragosto» romano, ese mes en el que la dureza del clima torna por imposible la vida en la ciudad, no está aplacando la capacidad de trabajo del Santo Padre que ha preferido no desplazarse hasta lugares más frescos, como la residencia veraniega de Castelgandolfo o el Valle de Aosta, como solía hacer cada verano su predecesor.
No hay audiencia pública los miércoles y la Misa en la Casa Santa Marta se ha convertido este mes en un asunto más privado; pero aunque no se note, Francisco mantiene la agenda pontificia repleta. Y eso, que el viaje a Brasil para participar en la Jornada Mundial de la Juventud de hace un par de semanas, y de un cariz intensísimo, agotó hasta al inagotable Papa argentino. «Estoy bastante cansado pero con el corazón alegre», dijo en el vuelo de regreso durante aquella rueda de prensa de 80 minutos. Y ya se sabe, esos encuentros castigan el cuerpo pero dejan el ánimo como nuevo.

Libro electrónico "El Papa Francisco en Brasil"

Libro electrónico "El Papa Francisco en Brasil"

Textos del Papa Francisco en su viaje Apostólico a Río de Janeiro (Brasil), con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud (22-28 julio 2013). Actualizado el 29 de julio.

11 de agosto de 2013